INTRODUCCIÓN DE SIR ALEX FERGUSON
Perdà una gran oportunidad de fichar a Pep Guardiola. No sé bien
por qué, pero habÃa decidido dejar el Barcelona y nos dijeron que podrÃa estar
interesado en el Manchester United. Nos pusimos en contacto con sus
representantes, creà que podrÃa persuadirle.
Quizá no elegà el momento oportuno, quizá lo intenté
demasiado pronto. HabrÃa sido interesante tenerle en mi plantilla; Pep era la clase
de jugador en que acabó convirtiéndose Paul Scholes: capitán, lÃder y
centrocampista en el increÃble Dream Team del Barça de Johan Cruyff,
mostraba compostura y
habilidad con el
balón y dictaba el
ritmo del partido,
lo que lo
convirtió en uno
de los futbolistas más brillantes
de su generación. Esas eran las cualidades que yo andaba buscando. Acabé por fichar
a Juan Sebastián Verón aquel
verano. A veces,
me da por
preguntarme: «¿Qué hubiera pasado si este futbolista o aquel
otro hubiera jugado en el United?».Lo pensé a menudo con Guardiola.
Entiendo por lo que Pep pasó como futbolista en sus últimos meses en
el Barcelona. Cuando
uno está en
un club de tanta
envergadura como el Barça, prefiere soñar que durará toda la vida, que pasará
toda su carrera en el mismo sitio, en la institución de la que soñó formar
parte desde que era un chaval. Asà que, aunque nos dijeron que habÃa decidido
cambiar de club, cuando contactamos con él, no quiso comprometerse con
nosotros: Pep probablemente pensaba que, pese a todo, todavÃa tenÃa futuro en
el club, que las cosas podrÃan dar
un vuelco al
final. Debió de
ser un momento turbulento para él y terminó por
marcharse, pero no pudimos llegar a un acuerdo.
Qué pena. En el mundo del fútbol, nada es eterno. La edad y
el tiempo lo desgastan todo, y llega un dÃa en el que el futbolista, por decisión
propia o del club, debe buscar una salida. En ese momento, creà que le
estábamos ofreciendo una solución, una alternativa, pero no salió
como yo esperaba.
Me recuerda a
Gary Neville. Gary llevaba
desde los doce
años en el
Manchester United, se
habÃa convertido casi en un miembro de mi familia, un hijo, alguien de quien
te fÃas y dependes. Formaba parte de la sólida estructura de la plantilla. Pero
un dÃa todo se acaba. En el caso de Pep, darse cuenta de que el sueño tocaba a
su fin debió resultarle duro. Yo podÃa comprender sus
dudas, su dilación
a la hora
de definirse, pero llegamos a un punto en el que tuvimos
que buscar en otro lado y la oportunidad desapareció.
Una cosa que
he observado en
Guardiola —crucial para
su inmenso éxito como entrenador— es su gran humildad. Jamás ha intentado
presumir de nada; siempre se ha mostrado extremamente respetuoso, y
eso es muy
importante. Es bueno
poseer esas cualidades y, si
analizamos su perfil con la distancia que otorga el tiempo, es obvio que Pep ha
sido una persona con las ideas muy claras, pero también muy considerado con las
de los demás. Como jugador, nunca fue el tÃpico futbolista que copa las
portadas de los periódicos. TenÃa un
estilo de juego
singular; nunca fue increÃblemente rápido,
pero era un futbolista
brillante y sereno. Como entrenador, es muy disciplinado,
sus equipos salen al campo muy bien preparados y, gane o pierda, siempre
muestra la misma actitud elegante y modesta. Para ser sincero, creo que es
positivo tener a alguien asà en esta profesión.
Pese a todo, parece que Pep llegó a un punto en su
trayectoria como entrenador en el que era consciente de la importancia de su papel en
el Barça a
la vez que
experimentaba las exigencias inherentes al cargo. Estoy seguro
de que en numerosas ocasiones pensó: «¿Cuánto durará esta buena racha? ¿Seré
capaz de crear otro equipo tan competitivo? ¿Podré conseguir la Liga de
Campeones de nuevo? ¿Puedo mantener este nivel de éxitos?».
Si hubiera llegado a tiempo para aconsejarle, le habrÃa
dicho que no se preocupara por esas cuestiones; no alcanzar la final de la Liga
de Campeones no supone una imputación contra su capacidad como entrenador
ni la de
su equipo. No
obstante, comprendo la presión;
las expectativas eran
muy altas cada
vez que jugaba
el equipo de Guardiola, todos querÃan vencerle. De hecho, creo que él estaba
en una posición privilegiada en cierto sentido e igual, ante tanta presión, no
se dio cuenta, pero lo único de lo que tenÃa que preocuparse era de encontrar
la manera de abrir la defensa rival. El resto venÃa dado por la calidad de sus
futbolistas, por la lealtad de estos a una idea, a un estilo de juego que
entendÃan y respetaban.
Creo que uno de los grandes placeres de la vida es
perseverar. Asà que ¿por
qué marcharse? Quizá
fuera por una
cuestión relacionada con el
control de los
futbolistas, con la
constante búsqueda de nuevas
tácticas porque los
equipos rivales habÃan empezado a descubrir y a contrarrestar
el juego del Barça; quizá sintió
que no podÃa
encontrar nuevas maneras
de motivar a la plantilla.
Desde mi experiencia, un ser humano «normal» quiere hacer
las cosas de la forma más sencilla posible en la vida. Sé de personas que se
han retirado a los cincuenta años —¡no me preguntes por qué!—, asà que el motor
que mueve a la mayorÃa de la gente difiere claramente del de ciertos individuos
como Scholes, Giggs, Xavi, Messi o Puyol, que, a mi modo de ver, son seres
excepcionales: no necesitan ser motivados, porque anteponen su orgullo a todo.
Estoy seguro de que
la plantilla de
Pep estaba llena
de esa clase
de individuos que son un ejemplo para los demás y que tenÃan unas ganas
enormes de competir al más alto nivel.
Conozco a Gerard Piqué de la época en la que jugaba en el United:
fuera del campo, puede ser un tipo bromista y relajado, pero en el terreno de
juego es un ganador. Ya lo era en el Manchester United y por eso no querÃamos
que se fuera. Y sin duda lo sigue siendo, lo demuestra cada semana.
A lo que me refiero es a que los jugadores que Pep tenÃa
bajo sus órdenes necesitaban menos motivación que la mayorÃa. ¿Quizá Pep subestimó
su habilidad para sacar de nuevo lo mejor de su plantilla? Hemos visto lo que
consiguió con el Barça, y está claro que hay que poseer un talento especial
para mantener el equipo compitiendo a ese nivel y con semejante éxito durante
tanto tiempo. Pero estoy convencido de que Pep dispone de suficientes armas
para hacerlo otra vez, y todas las veces que sea necesario.
Lo que Guardiola
consiguió en sus
cuatro años a
cargo del primer equipo del Barça
supera cualquier hazaña de los anteriores entrenadores en el Camp Nou, y eso
que ha habido grandes figuras de los banquillos: Van Gaal, Rijkaard y Cruyff,
por nombrar algunos; pero Guardiola ha llevado determinadas áreas a otro nivel
—como la presión para recuperar el balón—, y el estilo disciplinado del Barça y
la ética de trabajo se han convertido en un sello distintivo del liderazgo de
Pep. Creó una cultura en la que los jugadores saben que, si no se esfuerzan, no
permanecerán en el club. Créeme, eso no es fácil.
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